sábado, 19 de febrero de 2022

Visitante



Te soñé hace unos días. Aunque quise que ese sueño hubiese sido más fuerte, el sólo hecho de haberte tenido en el subconsciente y revelarte en mis sueños, me desconcertó. 

Estabas vestido de pantalón de vestir negro, camisa blanca desabotonada hasta el tercer botón, lucías fresco, alegre, extremadamente amable y servicial. Estábamos en lo que parecía ser un hostal, yo, recostada en una litera, te veía desde ahí, que te movías de un lado a otro tratando que los invitados (de no se qué reunión) estuvieran completos, a gusto en la comida. 

Te acercabas a la litera y me acariciabas el rostro, sentí tu calidez, tu cariño y sonreí, me sentía afortunada de tener ese gesto tuyo en un momento de prisa por atender a los demás. Te sentí cerca, y aún recuerdo ese candor en el pecho al describir tus acciones. Vi tu rostro, lo vi bien, el cabello crespo oscuro y tu tes morena, ojos marrones soñadores.

Al poco rato bajé a la mesa a sentarme a comer. El ambiente fue familiar y había algunos conocidos en el mismo salón, te servías un caldo de pollo con hígados gigantes a lo que todos nos cuestionamos por el tamaño descomunal de los mismos. Te pregunté si imaginabas el tamaño de esa gallina a la que le habían sacado tremendo órgano. Al tratar de contestarme, me sacó la realidad de la vida. El despertador sonó, recapitulé todo, te sentí nuevamente y entre molestia por despertarme de esa historia, pero más por alejarme de tu esencia, me cuestioné si viniste a visitarme tu. Si una parte de tu memoria vino a visitarme esa noche, a decirme que realmente estuve por un minuto en tu pensamiento, que me evocaste aunque fuese un segundo. 

No lo sé, la otra parte de mi me dice la explicación más lógica, la menos romántica y con la que puedo desmenuzar la mayoría de las cosas. Simple conexión neuronal subconsciente. misterios cerebrales, conceptos que la humanidad no comprende, porque sí.

Espero que dentro de esa amplia ocupación de mi mente, te vea otra vez, para saciar este deseo de preguntar por ti. 


martes, 28 de septiembre de 2021

Una carta de despedida

Hoy te busqué, con esta curiosidad cíclica por ti, en la red.

Te busqué, para tener una imagen más reciente de tu rostro, tu cara. Sabes, te recuerdo alegre, nervioso, anarquista, ansioso de mostrar todo eso que traías dentro, ansioso de que un símil a ti te correspondiera, tal vez pude ser yo, tal vez en algún punto chocamos como dos puntos de una recta que inflexiona y no se vuelve a tocar.

No encontré mucho hasta que el perverso F me dejó ver algunas de tus interacciones con otros usuarios, y ahí estaba, una hoja de papel que aunque delicada, puede cortar profundo: un mensaje de una de tus amigas hacia ti, un mensaje de tristeza y de adiós. Ya no estás, puedo leer en el mensaje, ya te fuiste dejando en ella un hueco impresionante, te recuerdan como un buen amigo y yo, yo te recuerdo como un gran bailarín, un apasionado en la salsa. Y viniste a mi mente cuando te conocí, cuando te seduje y te llevé conmigo, te prometí cosas, te quise, te pensé como un amor tierno, te platiqué de todo lo mío y tu me platicaste de ti. Me trataste de enseñar a manejar y te burlabas de mi por ser arrebatada en el volante, me llevaste a esa fiesta en donde bailamos y nos reímos de la gente que nos veía. Compartí poco y mucho contigo, me diste entrada a tu mundo interior y pude ver que te aferrabas a los miedos nocturnos, un adolescente en cuerpo de hombre. 

Recuerdo el dibujo que te hice y la historia que prometiste que escribirías, las cartas en clave que usamos y cuando nació tu hijo al cual le pusiste mi nombre.

Te recuerdo con cariño y esta noticia aunque tardía, me hace añicos el corazón. 

Quiero despedirme de ti esta tarde lluviosa, quiero mirar al cielo y verte en el, repetir en mi cabeza hasta cansarme, hasta dormirme, ese baile, esa locura de salir corriendo del gran salón, perdernos entre los pasillos y besarnos, sin importar nada más, como dos adolescentes. 

Hasta siempre Emisario, ya estás con el gran soñador, un beso hasta otra dimensión!.

sábado, 26 de junio de 2021

Tetraedro

Soy un cúmulo de estrellas
Una carpeta con imágenes de dioses rotos
De dioses ensangrentados y humildes
Soy un caparazón de domo
Soy un niño asustado detrás de la falda de mamá
Soy egoísta, soy hedonista 
Soy salvaje y camarada
Quiero besarte para probarte que yo estoy al mando
Te quiero demostrar de lo que soy capaz, para después no mirarte
Soy una parte clara oscura en el cuarto
Que te hace sentir que hay monstruos mirándote
Soy caballero y dama. Y pordiosero y rey
Soy flama y viento y melancolía.
Me llamas humano y soy, soy el más humano entre los humanos.
Me llamas loco, pues si lo soy. Me llamas cuerdo y también estoy.
Soy lo prohibido, soy lo oscuro, lo misterioso y lo oculto.

miércoles, 16 de junio de 2021

Dieciséis

Te voy a visitar todas la noches, a hurtadillas, reptando tal vez.

Quiero caminar descalza sobre tus ojos, que tu iris se deslumbre de tanto llorar. 

Quiero mirarte a la cara complacido.

Quiero que me pidas más, que supliques porque no termine este momento.

Te quiero ver derretido entre mis dedos, escurriendo por mi pecho.

Te quiero tener de rodillas, enjaulado, enclaustrado.

Quiero verte boca bajo, sin clemencia ni pudor.

Te quiero desnudo y vestido y dormido y despierto.

Quiero morderte la mano, como el perro al que le dan de comer y cuidan con cariño.

Quiero fumarte envuelto en papel seda, ardiendo, consumiéndote.

Te quiero ver libre, y ver como regresas por las cadenas invisibles.

Quiero tus muslos, tu pecho, tus brazos. tus medios y tus extremos.

Quiero verte feliz, en otro planeta, que explores cual astronauta.

 Podría devorarte todo, sin entremés, sin postre, sin propina.

Te pienso como ese lienzo en blanco dispuesto a recibir un trazo, una pincelada. 

¿Soy mala?. ¿Soy buena?. Cariño, los tintes medios siempre han existido. hoy puedo ser lo que quieras. Te puedo poner hielo o fuego, te puedo curar o rasgar si quiero.

Verte provisto y desprovisto de cordura, bajarte al infierno o subirte al cielo.

No puedo conocer el futuro y no quiero ver el pasado, te quiero entero o en pedazos. Suave, tierno, dulce, hastiado de tanto, voluble. Todo sea por el tiempo indomable.

Lame mi mano y mi muñeca, toma mi cara, estrújala, mira mis ojos y prométeme todo, recuéstate y suda, contempla el abismo del cuarto y la soledad de la negrura.



sábado, 20 de marzo de 2021

Mi primer bebé

 Naciste el 28 de abril de 2015, un día martes soleado y con mucho calor. Ya próxima a dar a luz, no tenía dolores, mas que lo que ya es sabido al final del embarazo, hinchazón en pies y manos, pesadez, dormir poco y uno que otro susto por ser madre primeriza a la que le carcome a veces la ansiedad. Recuerdo que en mi trabajo en el que había poco respeto a la maternidad y en el que mi jefa de ese entonces ya odiada me hizo quedar, y un gran porciento mi responsabilidad y ese "yo puedo con todo" a terminar los miles de análisis microbiológicos del día. Inalcanzables en estado normal mental y físico, mucho menos en un estado de gravidez avanzado. Ese día me asustaste pequeño inocente, no te moviste en un buen rato, y en esos días es prioridad monitorear el tiempo en el que un bebé de tu edad dentro de la panza de mamá debe moverse, frecuencia, ritmo, etcétera. No te sentí por un buen rato, o era yo que entre tanto ajetreo no me percaté de tus sutiles brazadas. Te pedí, te imploré con lágrimas en los ojos que por favor te movieras, que no asustaras a mamá. Nada, ni un movimiento siquiera. Me dije a mi misma que tenía que calmarme, que no iba a salir corriendo de la enorme torre de trabajo a decirle a la enfermera que no te sentía, entre la vergüenza de la exageración y el poco control mental que yo pudiera tener para manejar la situación, me tragué mis nervios y me tranquilicé como pude, pasaron 30 minutos aproximadamente y me diste una ligera patadita. Ese fue el movimiento más tranquilizante, de más alivio que jamás eh podido experimentar. Saber que el pequeño dentro de mí seguía alerta, volteado, apretujado entre órganos, extremidades mías y las tuyas.

El día de la última revisión entré normal al hospital de la mujer a mi cita, sin tener algún dolor, pero nerviosa porque las historias de terror de siempre del seguro social no me dejaban tranquila y naturalmente, yo no quería sufrir de más. Pasé con el doctor y me dijo, usted tiene  ya poco líquido amniótico y su bebé va a comenzar a tener sufrimiento fetal, no va a aguantar hasta las semana 39. Mi mente automáticamente dijo, adelante, no hay porqué temer, estás en buenas manos. La anestesióloga me hizo un cuestionario escueto y yo me aguanté las pocas ganas de orinar, lo tomé como algo insignificante. Me colocaron la epidural con la amenaza de que si me movía siquiera un poco, quedaría paralítica. No me moví ni un ápice, no recuerdo el dolor. Me empezaba a desmayar, no controlé mis esfínteres por más que quería, sudaba frío, me oriné en la mesa fría operatoria. Me hicieron sentir sucia con comentarios como !hay señora¡, otra enfermera me decía no se duerma, la necesitamos despierta. Al ver que reaccioné me prepararon para que yo no viera el tasajo que me aplicarían, sólo sentí tirar mi piel de un lado al otro y una enfermera diciéndole a la cirujano: Doctora, no tan rápido. Luego un bebé salió por arriba de la cortina que tapaba mi vientre. unas piernitas, un torso pequeño y un cordón umbilical se asomaban, entre la conmoción de salir de un lugar caliente y seguro. Mi pequeño bebé salió, lo hicieron llorar, lo limpiaron y me dieron unos segundos para besar su pequeña cabeza. Señora: su hijo tiene un lunar grande en la pierna derecha. No llore, se le van a salir las tripas.

Te vi en la incubadora, le chupabas el cabello a tu compañero, tenías hambre, te pasaron conmigo, tan pequeño, tan flaquito, tan frágil. Yo no supe como darte leche, tu no sabías como prendarte de mi. Ya en las camas de la habitación tu orgulloso papá te cargó y se sintió aliviado, lo vi preocupado, porque por más que yo quisiera, o no quise con más fuerzas con más ímpetu, sacar de mi leche para alimentarte llorabas inconsolable y las enfermeras no paraban de regañarme, que el hospital era prolactancia materna, que no había mamilas, que era mi obligación, me torcieron el pezón, me tallaron el seno y sólo salía muy poco, o nada. Lloré contigo y tu papá. Llegaron tus abuelas, tus tíos. Te cargaron, se preocuparon. Al fin salimos de ese lugar hostil a casa de tu abuela paterna quien te vio, te cargó, te consoló lo que yo no pude o no quise hacer. Te vi un día fijamente cuando estabas acostado y me miraste como diciendo: no tenemos ese vínculo tan cerrado pero lo voy a intentar por ti. Me hubiera encantado en esa etapa ver el mundo como tu lo veías, como lo ves ahora. Siempre callado, siempre en tu cápsula mental. No sé si veías monstruos cuando te levantabas a llorar de la nada, no sé si veías mundos mágicos con los que te expresabas fuera de nuestro alcance intelectual.

De ahí te vi crecer, caminar, correr, mojarte con la lluvia, cargar a tus gatos, dejar ropa porque te quedaba chica, soplar las velas de un pastel y aunque a veces discutimos, hijo, yo quiero verte como un hombre feliz, todo lo que hacemos, lo hacemos por ti y tu hermana, y no habría nada que yo no diera para verte feliz. Admito mis errores y no te prometo nada que no te pueda cumplir, cuando no te portas bien te he gritado, no sabes lo terrible que me hace sentir que no tengo las herramientas para que tu hagas las cosas correctamente. A veces se me olvida que eres un niño y que gritas y te emocionas, que ensucias y no le temes a los peligros. 

Todo el tiempo estás en mis pensamientos. De repente recuerdo que sales con un chiste o una broma que me hace reír. Sé que es un cliché, pero para mí siempre vas a ser mi bebé. 


Con mucho, mucho amor para ti Amir: Mamá

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Oscuridad

Destrucción.


Destruir: Verbo transitivo. Deshacer o reducir a trozos pequeños una cosa o material.

Destruyes todo lo que tocas, y ese todo quiero ser yo. También quiero destruirte, aniquilarte, dejarte en pie por unos segundos y después soplarte para que te desvanezcas. Te lo dije con unos tequilas encima y aunque me cueste un poco menos que ayer admitirlo, eso me sigue dando vueltas la cabeza. Mira en el traje de mojigata en el que estoy metida, honestamente no sé de donde salió este problema, no sé de donde surge el mal; sin embargo se que lo reprimo y por una parte está bien porque me ahorra muchos problemas, aunque a veces lo escucho como un ligero susurro en mi hombro derecho. Cual diablillo en pleno apogeo, frotándose las palmas de las manos al tentar a un santo.

Así es como de repente me vi en una relación idealizada, romántica, platónica, intempestiva, salvaje, llena del placer de hacerte sentir como si una bala atravesara tu pecho. Ese sentimiento de estrujarte hasta sacar de ti toda la energía, tomarte fuerte y no dejarte respirar. Y también, dejar que hicieras lo mismo conmigo, dejarte manipularme, dejarte tomar de mi todo lo disponible y desecharlo. Así se completaría el tiempo de una llama arrasadora que se lleva todo a su paso y al final, exhausta, sin oxígeno, tiende a la decadencia, a la extinción. 

Después de todo, nuestra humanidad, nuestros pasados nos han predispuesto a ello. A tomar lo que queramos cuando queramos, y en el transcurso, perdernos. Ser burlado o burlar a los demás es un volado para el que no estamos listos porque siempre queremos ganar. Por lo menos, tu más que yo y eso no lo puedes negar. Viendo el problema fríamente, sabes que siempre perdería todo y por eso contuviste tus imperiosas ganas de soplarme en la cara para desvanecerme. Aunque, de a poco sacabas esa personalidad rabiosa e indolente que te caracteriza y que en nuestros últimos días me dañaron más.

Sabemos que no soy una santa, pero en el papel de víctima que decidí tomar me sentí profundamente usada y herida (por eso es que estoy escribiendo de vuelta). Y lo peor de todo, tonta. ¿Cómo yo, voy a dejar que me usen?. ¿Cómo yo voy a permitirme sentir mal por que me ignore este bato?. ¿Cómo voy a dejar que me chantajeen a su antojo?.

Weeey, tus papás lo hacían, tus ex lo hacían. Este bato también lo va a hacer, porque al parecer tienes un letrero en la frente que dice: Disponible para usar emocionalmente.

Y hasta hace no muchos meses de pensamientos recurrentes veo lo que te permití hacer. Lo poco que yo hice y las torpezas que cometí. El poder que te di en esa relación sado-masoquista que tanto nos gustaba. 

Me miro y me da asco saber que yo fui la sierva débil y que nunca retomé el control, el poder. El día que me tomé fuerte del cuello y mandé ese mensaje desabrido de buena suerte en todo los que te propongas, enterré ese deseo de seguir viviendo así, con esa dependencia loca que siempre fue estéril. tu me dabas migajas y te vanagloriabas de ser una mente superior, y yo ya empezaba a aburrirme en sobremanera sin embargo quería que no fuera así. Yo quería decir que si a todo, pero mi cerebro ya no estaba tan seguro. Siempre me han chocado los mamones, los fanfarrones, y ¿qué crees?, me di cuenta que eras uno. El teatro que mi mente creó para ti se desplomó como un edificio corroído por la humedad. Lo que decantó en ese día, en el que a todas luces ya no me permitiría más de ti.

Como entes de este planeta, seguiremos o no, caminando en las calles, en los campos, navegando en los mares o surcando los cielos. Pero no juntos, ya no.

sábado, 28 de noviembre de 2020

 Primer encuentro.


Ya sé, ya sé, esto suele ser tortuoso cuando lo escribo, pero, es parte de reconocer, de identificar la raíz del mal, ¿sabes?.

Puede ser preocupante que siempre sea atraída de una u otra manera a personalidades narcisistas como tú.

Tú.

Siempre tú, y al final siempre se trató de ti.

El sujeto de la capucha en la cabeza, no sé si te lo inventabas en el momento o siempre te has inventado para todos los aspectos de tu vida, un personaje. Tal vez si, ya que te gustaba por diversión crear mentiras sobre tu vida, sobre tu nombre, sobre tus aventuras. Fueron tantas mentiras que hasta hoy no sé que fue real y que una farsa.

Regresando a ese día, vi un chico depresivo y taciturno que, siempre evadía el gentío y a veces, reía a carcajadas en la habitación llena de maquinas viejas y sustancias químicas. Ni siquiera te había notado antes, no sabía que existías, no sabía que el futuro sería como un choque automovilístico de mediano impacto (porque sigo viva). Pero te vi y mi mente vaga, no conectó con mi razón, no preguntó si sería bueno hablarte o no, la boca simplemente habló y salió el comentario sarcástico: Oye, que depresivo te ves en el entrenamiento, ¿no crees?. Respondiste nervioso, tratando de retomar el control, haciendo una voz más grave y emulando misterio: tu crees eso?, yo no creo que sea un chico triste. Y surgió una conversación sobre la canción más triste del mundo.

No tomé mucha importancia, pero ¡ey!, alguien que toma el sarcasmo con humor es de mi equipo. Estoy lista para entablar una conversación, dialogar de cosas arbitrarias graciosas, hacer referencia a la cultura pop, under y gothic del momento, descargar, vomitar todos esos pensamientos absurdos y evocar el pasado adolescente que me marcó. ¿A poco tu no?, hablando de libros al por mayor, de lo retorcido que está tu cerebro y la necesidad de apego emocional aunque no quieras aceptarlo.

De ahí te encargaste de soltar lo que tu yo interior te permitía, ideas, opiniones... Pero aún no me sentía atraída de una manera importante. A veces venías a mi mente como alguien agradable con quien platicar y no más. Podría mentir, pero en esta ocasión no será. Chico misterioso, hetéreo, taciturno, en pocas palabras el muchacho de los ojos tristes. Que buen papel armaste.